El Futuro de… la Minería
Nueva Constitución, incertidumbre en medio de un álgido balotaje presidencial y un contenido proyecto de Royalty Minero. Ha sido suficiente como para que, durante el último año, la industria minera sienta temor respecto del futuro que viene para Chile. Por un lado, el sector productivo más importante del país en una posición de crisis, cuestionamientos y volatilidad. Por el otro, quienes por mandato deben velar por su correcto desarrollo, procuran cultivar la desesperanza en la inversión y en la generación de consensos.
En una nota en La Tercera, el presidente de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami), Diego Hernández, menciona que independiente del resultado electoral, “el próximo gobierno va a necesitar más inversión minera, con lo que tendrá que sentarse y discutir en qué condiciones”. Y si bien se acepta que los planes de los candidatos reconocen la importancia de la minería hacia el futuro, da a entender que persiste la confusión y la incertidumbre respecto al rol productivo que tendría el Estado.
Más allá de esta coyuntura, la industria más importante del país no puede estar centrada solamente en el corto plazo. Más bien, se hace imperativo que los focos se centren mucho más en el largo plazo, con una ejecución correcta del negocio actual, para capturar valor presente.
Política Nacional Minera 2050
Dado el contexto mencionado previamente, se hace más relevante que nunca la reciente presentación del Gobierno de la Política Nacional Minera 2050, la cual llega con la necesidad de consensuar un nuevo modelo de desarrollo minero para los próximos 30 años, que dé garantías de una industria competitiva, sustentable, con altos estándares mundiales y que sea un orgullo nacional. Un modelo que se sustenta en cuatro pilares: económico, medioambiental, social e institucional.
Así, el plan que entrega el gobierno tendrá metas importantes como mantener el 28% de la producción mundial de cobre, correspondiente a 9 millones de toneladas al 2050; aumentar en un 50% la productividad al 2050; contribuir al combate contra el cambio climático logrando la carbono neutralidad al 2040; no superar el 10% de agua continental de las aguas totales utilizadas por la industria al 2030 y el 5% al 2050 e impulsar la economía circular a través de minería secundaria y procesos de construcción.
En términos sociales e institucionales, la Política Nacional Minera 2050 buscará generar valor en los territorios donde está inserta, reduciendo la pobreza multidimensional y aumentando el bienestar social en estos al 2030; posicionarse como la mejor industria en términos de seguridad, apuntando a la cero fatalidad; implementar la participación temprana buscando acuerdos vinculantes con las comunidades; generar un plan integral de educación minera al 2022 y coordinar una visión de infraestructura y tecnologías necesaria para el desarrollo territorial de la industria a largo plazo.
Velocidad de transformación
Otro punto de vista cuando analizamos el futuro de la minería nacional hacia las próximas tres décadas es la velocidad en la transformación. Si comparamos dicha industria con la de servicios, energía o aeronáutica, en Chile, la minería tiene un desafío trascendental respecto a la rapidez en cómo se transforma, entendiendo que esta se regirá por dos grandes líneas: el impacto de la transformación digital, y cómo la minería logra evolucionar hacia un sector cada vez más verde, carbono neutral y con un impacto positivo.
El futuro de la minería debe ser en colaboración con las comunidades, pero con un fuerte énfasis en la gestión de la productividad. Así, la relación con las comunidades y los procesos verdes será lo que llevará, durante las próximas décadas, a la industria minera a un futuro sustentable y sostenible en el tiempo. El boom del hidrógeno verde durante este año ha sido una demostración empírica de lo que viene para el futuro. De la misma manera, las buenas impresiones generadas por el proyecto Cerro Dominador indican exactamente lo mismo: sin un futuro minero digitalizado, verde y sustentable, difícilmente seremos capaces de mantener la industria en el tiempo.
Hoy, la mayor parte de la educación responde a patrones del pasado, en donde, por ejemplo, las mallas de los colegios, centros técnicos y universidades siguen mirando los procesos bajo una lógica industrial, lineal y análoga, pero no en sistemas complejos, en donde la experimentación y el error sean reconocidos como una parte importante del aprendizaje. Mientras más retrasemos dicho cambio de paradigma, la productividad en Chile se verá seriamente afectada y nos alejaremos cada vez más del ansiado desarrollo y, por consiguiente, las capacidades que la industria minera requiera durante las siguientes décadas se verán obstruidas.
En la medida que nuestra educación no mire un poco más allá, será muy difícil responder desde las personas y sus capacidades a los desafíos técnicos que hoy el país visualiza. También jugará un rol esencial la capacidad del sector político de lograr consensos que atraigan la inversión y nuevas formas de relacionamiento, de este sector clave para el futuro de nuestro país.
El desarrollo de Chile dependerá de todos los chilenos, pero la responsabilidad que tiene la Industria Minera es ineludible, qué duda cabe.