Por Rodrigo Sion Consultor Senior de Symnetics
La economía circular ha llegado para quedarse. En los últimos cinco años, el volumen de
compromisos empresariales, estándares técnicos y reportes de sostenibilidad en torno a
este tema se ha triplicado. Ya no es solo una aspiración, es una megatendencia, como lo
destaca el Circularity Gap Report 2024. Sin embargo, también es una paradoja: mientras
más hablamos de circularidad, menos circulares somos. Por otro lado, la proporción de
materiales secundarios en la economía mundial cayó de un 9,1 % en 2018 a apenas 7,2 % en
2023.
El concepto ha alcanzado una madurez técnica y estratégica sin precedentes. Hoy contamos
con marcos analíticos, estudios sectoriales, herramientas de medición y análisis de casos
que documentan cómo avanzar, el conocimiento está disponible. Lo que falta, en muchos
casos, es traducirlo en decisiones reales, en rediseños operativos y nuevas prácticas. En
Chile en 2023, el consumo de plásticos industriales aumentó un 7%, impulsado
principalmente por sectores como la minería y la agricultura. Este dato, ausente en la
mayoría de los reportes de sostenibilidad, revela una pregunta incómoda: ¿estamos
utilizando la sostenibilidad como relato o como criterio de diseño?
La minería enfrenta este dilema de forma especialmente crítica. Mientras es llamada a
liderar la transición energética global por su rol en la producción de cobre y litio, también
opera bajo exigencias de eficiencia, continuidad operacional y presión de costos. En ese
contexto, la circularidad no se puede reducir a reciclar pallets o reutilizar ropa de faena.
Implica rediseñar procesos desde el origen, revisar decisiones técnicas, involucrar a
proveedores y asumir compromisos en toda la cadena de valor.
No hay sostenibilidad sin diseño. Y no hay diseño sin una mirada sistémica. Integrar la
economía circular en la minería no se logra con buenas intenciones ni con proyectos piloto.
Requiere repensar cómo se toman las decisiones desde la planificación de un proyecto hasta
la gestión de un contrato operativo. Requiere reconocer que los impactos no se gestionan al
final del proceso, sino en su punto de partida.
Porque la sostenibilidad no es solo una historia que contar, sino una práctica que ejecutar. Y
en temas de circularidad, el desafío es claro: hacer del storytelling, también un storydoing.