Río Grande do Sul es el Estado más meridional de Brasil. Su proceso de colonización se caracterizó por una inmigración proveniente de Europa del Norte y por la presencia de jesuitas que organizaron las reducciones guaraníes que se extendían hasta lo que hoy día es Argentina, Paraguay y Uruguay. Río Grande do Sul posee una historia compleja de negociaciones de territorio y poderío entre España y Portugal y sólo se integra definitivamente a la nación brasilera en el año 1845.
Su historia ha hecho que los habitantes de Río Grande posean rasgos que los diferencian del resto de Brasil: su población es en más de un 80% blanca y, culturalmente hablando, destacan la rigurosidad en el trabajo, eficiencia en los proyectos y un fuerte compromiso con su localidad.
Sin embargo, décadas Río Grande do Sul comenzó a perder preponderancia dentro de la economía nacional lo que coincidió con una crisis de rendimiento. Desde 1970, gobierno tras gobierno fracasan en las tratativas de generar las reformas necesarias para reducir la deuda pública. En el año 2004, el 32% de los ingresos fiscales se encontraban comprometidos con la jubilación y el 13% con el aumento de la deuda pública. Se comienza a gestar entonces un estado disminuido respecto del histórico. El año 2005 casi se llega a la quiebra fiscal, momento en el cual la inversión pública alcanza el nivel más bajo de los últimos 35 años y su PIB por primera vez representa menos del 7% del nacional.
Este escenario económico despierta una preocupación real por la pérdida de competitividad. Comienzan a conformarse diversos grupos de interés que actúan en distintos frentes, con el propósito de recuperar el Estado de Río Grande do Sul: organizaciones no gubernamentales, a través de un modelo de co-creación, comienzan a trabajar para superar tres deficiencias de programas públicos más comunes en Brasil y en Río Grande, a saber, la falta de transparencia, la poca rendición de cuentas y la discontinuidad política.
En este escenario destaca el rol de la Agencia de desarrollo Polo RS que trabaja por conseguir inversiones que colaboren con el Estado para recuperar su competitividad. De forma paralela, universidades y centros tecnológicos de la zona realizan acciones destinadas a fortalecer las capacidades de emprendimiento de los habitantes de Río Grande, a través de un fuerte trabajo en desarrollo tecnológico y el despliegue de una creciente oferta de capacitación. El conjunto de estas iniciativas genera una movilización social que va más allá de los intereses sectoriales típicos del desarrollo y, mirado en perspectiva, podría afirmarse que fue uno de los motores para la gestación de lo que posteriormente llamaremos Agenda 2020.