Por Angélica Iriarte, Gerente General de Symnetics Chile
En un contexto donde la transformación digital redefine industrias enteras, la minería —pilar estratégico de nuestra economía— enfrenta un doble desafío: incorporar innovaciones como la inteligencia artificial y la automatización, y hacerlo sin perder de vista el bienestar y desarrollo de sus trabajadores.
No basta con optimizar procesos; el verdadero avance está en cómo la tecnología se convierte en una herramienta que potencia a las personas, fomenta la colaboración y fortalece el sentido de propósito dentro de las organizaciones. La automatización y la analítica avanzada están transformando el rostro de la industria, pero es fundamental que este progreso tecnológico también se traduzca en una mejora tangible de la calidad de vida laboral.
Desde Symnetics, impulsamos una visión de desarrollo que integra eficiencia con empatía, datos con diálogo y automatización con aprendizaje continuo. Sabemos que detrás de cada innovación existe un equipo humano cuya creatividad, compromiso y capacidad de adaptación son insustituibles. Por eso, la verdadera transformación ocurre cuando la tecnología está al servicio del capital humano, no al revés.
Este momento requiere liderazgos conscientes que valoren el talento como un motor fundamental para la evolución del sector. Significa también comprometerse con la capacitación y el empoderamiento de los trabajadores, para que puedan aprovechar las nuevas herramientas digitales y crecer profesionalmente en este nuevo escenario.
La minería y sus actores deben entender que el futuro no se construye solo con algoritmos y máquinas, sino con personas capaces de interpretar, gestionar y potenciar esas tecnologías. Al fomentar una cultura organizacional que combine innovación con inclusión, estaremos asegurando un desarrollo sostenible y responsable, donde la tecnología amplifica el impacto positivo en la vida de las personas y en el progreso del país.
En definitiva, avanzar en la transformación digital es también avanzar en humanidad. Es reconocer que la tecnología no es un fin, sino un medio para construir un futuro donde el capital humano sea el verdadero motor del cambio.